“Hoy
es tu día de suerte. Hoy jugarás conmigo.” Me dijo ayer.
Y
así comienza mi reflexión sobre el tiempo que paso con mi peque.
“No
me importa si voy justa de tiempo, no me iría escuchándote pedirme un beso.
Vuelvo atrás y siento que el tiempo se detiene mientras me abrazas y me das uno
de esos besos sonoros en los que fundes tu cara en la mía, como si fuera el más
importante del día, como si toda mi energía saliera de ese beso.
Te
escucho más de lo que te hablo. Y me cuentas, y me cuentas... y te miro y me
enamoro de tu voz, de tu mirada y del movimiento de tus pequeñas manos. Entro
en tu mundo, e intento ver a través de tu mirada. Y todo se ve tan diferente,
tan sencillo. Las emociones lo inundan todo, y lo que creíamos importante, deja
de serlo.
Me
despiertas por las noches con esa vocecita que dice “mamá” y yo interpreto, -te
necesito-. Acudo sin pereza, me miras, me entregas tu mano y cierras tus ojos
como si un mar de calma te llenase. Y me siento tan plena…
Jugamos,
y jugamos, y me das la oportunidad de vivir y revivir momentos y sentimientos,
y entonces paro, te miro y soy capaz de sentir la felicidad.
Tus
palabras, mi conciencia, y aún tienes tanto que enseñarme…
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