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jueves, 19 de julio de 2018

AUTONOMÍA Y SALIDAS PREADOLESCENTES

Una de las grandes preocupaciones que tiende a quitarnos el sueño, es la autonomía. No el cómo, sino el cuándo. Cuándo el móvil, cuándo ducharse sin supervisión, cuándo las salidas, cuando hablar de...


La verdad es que éste tema es complicado de abordar porque depende de muchísimos factores. De la personalidad, de las circunstancias, el entorno, la necesidad... Tengo clara la importancia de la autonomía, pero también que cada uno tiene su propio ritmo. 

Siempre he escuchado, niño pequeño, problema pequeño; niño grande, problema grande.  Lo cierto es que mi nivel de ansiedad y la facilidad con la que pueda manejar estos temas, depende no tanto del conocimiento que pueda tener y las consecuencias que sé, con seguridad, que derivan de la falta de autonomía, sino de cómo afronto mis propios temores y las estrategias de las que dispongo para superarlos.

Les pongo ejemplos a ver si les suena alguno. 
Ya con 4 años pide ducharse solo. Genial!! ¡Bravo por la autonomía! ¿pero con o sin supervisión?  ¿y que es eso de la supervisión? porque si se encuentra detrás de una mampara, poco podremos hacer por evitar una caída. 

Mi favorito, con 7 años, ve a comprar que yo te echo un ojo desde la ventana. Y resulta que vives en un 6º piso. ¿qué vas a evitar desde allí?.

“Le doy vueltas a mi cabeza, y lo cierto es que no puedo meter a mi hijo en una caja donde no pueda entrar lo malo, porque entonces tampoco podrá entrar lo bueno.”

Debo permitirle vivir experiencias que faciliten el desarrollo de su autonomía, aún cuando el miedo me invada. 



SALIDAS PRE-ADOLESCENTES


Me preguntan a qué edad es aconsejable que salga solo/a con sus amigos/as. No creo que pueda  estimar una edad. Todo dependerá, de la madurez del ya no  tan peque, así como del nivel de influencias que pueda absorber; del entorno (no es lo mismo una ciudad, que un pueblo), del momento (no es lo mismo salir por la mañana, que por la noche)...



Si bien no podemos protegerlos/as como nos gustaría, si que podemos “minimizar” los riesgos. 
En función de la edad, podemos acotar espacios/lugares, tiempos, horarios.
Podemos negociar algún sistema que nos ayude a sobrellevar la situación. Y digo sobrellevar, porque lejos estamos de controlarla si no estamos cerca.

Entiendo que si estás valorando salidas, es porque ya tienen edad para ello y las circunstacias y el entorno son propicios. 
La base de la negociación puede partir de un momento de sinceridad. “Me da miedo...”. Es importante que el menor entienda lo que sentimos, para que no nos vea como un rival. 
El móvil, puede ser un buen instrumento para calmar nuestras ansiedades. Podemos negociar que nos envíe un wassap cada cierto tiempo para saber que está bien; podemos negociar que active el GPS, para que podamos saber dónde se encuentra si estamos preocupados. Podemos negociar los espacios, los lugares que consideramos que son más acotados y seguros. 

Cuando hago alusión a NEGOCIAR, me refiero a no imponer. Una negociación es un acuerdo entre dos partes. Si el menor participa activamente planteando y valorando opciones, habrá más posibilidades de que cumpla el acuerdo.
Les aconsejo que durante el proceso de negociación, se acuerden también las sanciones por incumplimiento. Resulta curioso que cuando participan en la negociación de sus posibles sanciones, son incluso más duros/as que nosotros/as mismos. 

Lo bueno de negociar las sanciones previamente, es que la sanción se asume como la consecuencia del incumplimiento del acuerdo, por lo que evitamos discusiones innecesarias, castigos desproporcionados.
Considero ésto especialmente importante porque necesitamos que no nos vean como el enemigo/a. Vivimos en una sociedad en la que no nos podemos permitir el lujo de perder la confianza de nuestro hijo/a. 
En su cabeza no debe  revolotear la idea 
“no se lo voy a contar porque...” . 

Espero que les sean útiles éstas estrategias. 



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